22.5.14

TÚ, TÚ, Y TÚ, Y SOLAMENTE YO de Adolfo Carrasco


La performance tuvo lugar durante los días 16, 17 y 18 de Abril, de 9:00 a 20:00 ininterrumpidos, en el espacio “Seminario 2” en la Universidad de Bellas Artes en Aranjuez (CES Felipe II). Solo podía observarse a través de una mirilla que tiene la única puerta de la estancia, estando encerrado con llave desde dentro. En el centro un paquete de 1000 folios DinA-3, rotuladores negros, cinta adhesiva, tres taburetes, una botella de agua, y una tablilla donde apoyarme para dibujar.

De pie sobre el montón de papel y orientado hacia la puerta me dispuse a repetir el mismo retrato en cada uno de los folios, colocándolos uno por uno en la pared, hasta terminar rodeado por ellos.


Podría describirse como un ritual obsesivo con fines catárticos, mediante un juego de reflejos en el que se desdibujan las márgenes entre el artista, el modelo, lo representado, y el espectador.


            A través de mi experiencia emocional personal voy hilando, con ambigüedades intencionadas, una serie de elementos que se inscriben en un ámbito más teórico artístico, como pueden ser los problemas que me supone producir como artista, el espacio expositivo en sí mismo, mostrar mi trabajo, ser artista. Y extrapolarlo, definitivamente, como crítica al sistema establecido del arte occidental.


La idea surge a partir de unos dibujos que realicé de mi pareja (Juan) y yo durante una fuerte crisis sentimental. Después de algún tiempo, observándolos detenidamente - pensando con ellos-, llegué a la conclusión de que nunca lo dibujé a él. Había sido un continuo autorretrato utilizando su imagen (siempre parecida a la mía por otro lado). Pero, ¿acaso era posible retratarlo?, es más ¿es posible el retrato? -, me pregunté.

             Este comienzo entronca con todo lo demás, es el contenido más profundo y personal, lo que realmente le ha dado sentido al proyecto y me ha llevado a finalizarlo. Es el momento en el que pienso en una performance en la que reflexionar sobre mí mismo y, de alguna manera, apartar una serie de pensamientos y sentimientos amargos que no podía ignorar en el contexto de mi vida personal. Por lo tanto se plantea, desde un primer momento, como método catártico.

[…] el ritual es una representación dramática de lo sagrado. El problema empieza cuando se trata de una sociedad descreída. Entonces el papel del ritual es insignificante o pasa a otros ámbitos.”

Sagrario Aznar - Arte de Acción

             En el momento en el que me planteo llevar a cabo la performance frente a un público, empiezo a pensar en su carácter ritual. Me convierto en intermediario de sensaciones y conceptos ante una sociedad descreída. No hay mito, pero mediante mis actos, me desprendo de mis propios males personales y de aquellas ataduras que siguen contradiciendo mis discursos conceptuales, y la elaboración del discurso  postmoderno generalizado.

“¿Qué puede aparecer en la tela invisible de Matisse o en el caballete del pintor, oculto también, una línea apenas que divide el espacio entre el artista y la modelo en las inumerables obras de Picasso, tan aficionado a los autoretratos, si la modelo, alter ego del artista, simboliza la imposibilidad de representar hasta las extremas consecuencias el hueco profundo del sujeto dividido, mirarse en el espejo, en el reflejo, en el otro y no llegar a serlo jamás? Porque el pintor adquiere su status al mirar(se) en la modelo: mirar a la modelo, su reflejo le confiere la esencia de pintor. Todo es cuestión de reflejos en estos lienzos que se acercan al borde de forma peligrosa”  

Estrella de Diego -  No soy yo. Autobiografía, performance y los nuevos expectadores.

Se me ocurre que yo (artista) soy el modelo, quien me confiere mi status de artista, y que al representarlo acabo representándome a mí mismo. Juan es mi espejo, donde me miro. En la representación él se desvanece, pero yo también.

Mientras tanto, el espectador observa haciéndose partícipe de la acción, me oriento hacia él, parece que lo intento retratar haciendo un esfuerzo por encontrarlo tras la mirilla por la que yo no puedo ver nada. Está separado, no puede interactuar físicamente conmigo, pero está, yo sé que está. Su mirada le da sentido a que yo esté allí. Como si estuviera en el lienzo de Reynolds (El joven Reynolds deslumbrado por el sol, 1747-49), o más bien en el de Matisse (El pintor en su estudio, 1916), me represento a mí representando a un modelo que es mi reflejo/espejo. Sin olvidar que estoy en un aula de la Facultad de Bellas Artes, me convierto en reflejo/espejo del espectador (en su mayoría estudiantes o profesores de arte, artistas), porque “quizá hablar de uno mismo es cada vez hablar de los demás” (Estrella de Diego). Es un juego de reflejos.


Adolfo Carrasco Molina

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